domingo, 27 de septiembre de 2009

Minicuento

Entré a la casa sigimudamente.
Cautelosa, subí por la escalera, abrí la puerta del cuarto y me deslicé entre las sábanas insinuando una danza fantasmagórica.
Él giró sobre su cuerpo y avanzó ubicándose en el centro de la amplia cama, cubrió su cuerpo en toda su extensión y sin abrir sus ojos recuperó un sueño profundo en sórdidos ronquidos, ignorando mi etérea figura…
¿Es que en esta casa ya nadie respeta a los fantasmas?.

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